lunes, 21 de octubre de 2024

Nadar y guardar la ropa

Nadar y guardar la ropa
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¿Qué no me atrevo?






























































Pudimos apreciar a lo lejos un especie de ensenada que se hacía visible cuando la marea estaba baja, hacia allá nos dirigimos y al acercarse apareció la forma de una construcción de lo que parecía ser un castillo. 

Al avanzar pudimos ir distinguiendo que más bien eran las ruinas muy antiguas de lo que hace quizás un par de siglos fue un castillo medieval. 

Al llegar al sitio mismo vimos que solo era la estructura externa y no vimos ningún obstáculo que nos impidiera el ingreso. 

Miramos a nuestro alrededor y seguíamos estando Lucía y yo en una absoluta soledad, nos sentimos lo suficientemente seguros y comenzamos a explorar la entrada del interior de las ruinas del antiguo castillo. 

Solo quedaban paredes con sus respectivos ventanales que se mantenían en pie a pesar de los años y la sal marina. Encontramos lo que en su tiempo fue una escalera y pudimos subir al siguiente nivel, llegamos a una especie de habitación. 

Abracé por la espalda a Lucía, y le susurré al oído que ese era nuestro destino. Lucía me pidió que sacara el móvil, le apetecía posar para mi, mientras estábamos los dos ante estas paredes desnudas, no se cuanto tiempo habría pasado hasta cuando reaccioné al percatarme de que el sol había caído y se iba haciendo tarde. 

Cuando pretendimos buscar la salida nos dimos cuenta de que era imposible regresar esa noche porque la marea había subido y no teníamos cómo poder cruzar hacia la playa que nos llevaría de vuelta al hostal. 

La noche era cálida, mi dulce Lucía y yo semidesnudos dentro de las ruinas de aquel solitario castillo, regresamos a lo que yo me imaginaba que era el aposento de una familia muy peculiar, se me pasaron mil ideas en la cabeza de las infinitas posibilidades detrás la historia de esas ruinas abandonadas.