Bellas y sensuales mujeres escaladoras
Hay algo magnético en una mujer que escala. No es solo la belleza física —que suele aparecer entre magnesio, cuerda y roca como si fuera lo más natural del mundo— sino esa mezcla deliciosa de serenidad y fiereza que desprenden cuando suben un muro que para cualquiera sería imposible. La sensualidad de una escaladora no está en la pose, sino en el gesto:
la concentración absoluta en la siguiente presa, la respiración que acompasa cada movimiento, la armonía entre fuerza y delicadeza. Esa danza vertical en la que cada músculo cuenta su propia historia.
Son mujeres que no buscan impresionar, pero impresionan.
Que trepan con el cuerpo, sí, pero sobre todo con la cabeza.
Que llevan el miedo en el bolsillo y lo convierten en impulso.
Quizá lo más bello de todo es esa energía tan limpia, tan auténtica, que desprenden cuando llegan a la cima y sueltan una sonrisa que ilumina medio valle. No hay maquillaje que compita con eso.
La escalada tiene algo místico; ellas, algo hipnótico. Juntas, hacen que uno se quede mirando… y admirando.

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